domingo, 22 de mayo de 2011

Borracheras spanishrevolution


Hablemos de borracheras. Esto no es un botellón. Esto no es anecdótico. Esto no es un macro-concierto. Esto no es un fin de semana de compras.
Tristemente muchos compañeros/as tienen esta actitud, debida a hábitos de vida, supongo, de día de compras, de concierto, de laxitud social. Por tanto parece que cuesta entender cómo funciona una asamblea (escuchar), y entiendo que las multitudes abrumen y creen desconcierto. Y entiendo que cueste entender las dimensiones de lo que está pasando. Venimos en grupitos. En cada grupito las personas nos sentimos cómodas desempeñando un rol. Hay ciertos roles que no ayudan en una asamblea, el de charlatán, el que habla y comenta sin escuchar, el prepotente que si no se hace oír, le falta el aire, el que disfruta regalando al viento sus verdades absolutas, preconcebidas e incuestionables. Esto aparte de entorpecer, es una muestra más de las barreras que hay que derribar. Si vienes a una asamblea, escucha. Qué fácil se dice: escucha. Si quieres intervenir, pides la palabra, con antelación (por pura organización). Si no quieres escuchar, pues entonces respeta al que si quiere. Porque la revolución sin respeto...
Pero seguimos hablando de borracheras, las más gordas, las que inspiran estas palabras. Una clase política, una casta empresarial, ciudadanos de clase media, de hábitos burgueses, imitadores de estilo de vida de ricos victorianos, se emborrachan de hedonismo de alto precio social.
Para conseguirlo necesitan de ciertas cosas: criados/empleados/as del hogar sin contrato por 4 euros la hora que hacen muchas cosas que a ellos/as no les gusta hacer (hay quien justifica que no puede), explotación de trabajadores/as en empresas, despidos por ejercer plenamente los derechos de los estatutos de los trabajadores/as, como el derecho a quejarse, a exigir, a huelga, a horarios decentes, sindicarse, conciliación familiar. Utilizan métodos represores desgraciadamente muy arraigados.
Se emborrachan de amiguismos en cenas y reuniones no oficiales, lo público y lo privado se encuentran furtivamente, paralelamente al cuento parlamentario y los actos públicos de tomas de decisiones. Venden y compran votos en forma de inversiones en campañas publicitarias, perdón, electorales.
Se emborrachan de aculturación, de etnocentrimo (ombliguismo), con lujos, con sus juguetitos oficiales, coches, casas más grandes que pequeñas clínicas, lejos de la prole, se emborrachan de educaciones privadas, alienantes, segregadoras, conservaduristas, puritanas, opusinas, fomentadoras del individualismo y la competencia.
Se emborrachan con cuentas en el extranjero, dinero en maletines, comisiones, sobre-tasación, dobles sueldos, sueldos vitalicios, inversiones.
Se emborrachan con des-realidades, espacios mediáticos de hoja en blanco y plumas dispuestas a servirles, dietas (de adelgazamiento de la riqueza común), viajes y hoteles. Se emborrachan de abuso de poder y autoridad, de manejar a la policía y al ejército como una guardia real medieval.
Se emborrachan con “que lo haga el pueblo, nosotros nos auto eximimos”, sus leyes a medida, su transición post-franquista pactada, sus valores tradicionales, que a partir de este despertar social masivo no les van a servir para nada.
Nuestra borrachera se puede parecer peligrosamente a las suyas. Nuestra peor borrachera es querer vivir como ellos, criticarlos irracionalmente por envidia, y no por la convicción de un mundo más justo, un mundo más justo que seguramente no es posible con ciertos comportamientos y grandes diferencias de poderes. El matiz es gigante. Queremos emborracharnos con sus vicios. Hay que destruir esos licores macerados en la bolsa, en los bancos, palacios, palcos y cenas de postín.
La revolución completa empieza en las plazas, re-inventa la política y cambia los valores de las personas.

Ante ese tipo de borracheras,  prefiero la sobriedad.

Vuestra riqueza es nuestra miseria.